El sempiterno de la pureza, de lo esencial,
de lo inevitablemente sublime.
Acaso la circunstancia no es el reflejo de nuestros miedos,
impurezas de cristal aisladas en la mente;
Le escupiré a la maldita esfinge si su angustia perdura mil años más;
Los calabozos de la vida mortificaran la calma, la redención colectiva;
esa ingastable soledad compartida, esa nausea de la reflexión.
Del temor a la distancia, engañarse en un mar de lágrimas,
para sentirse libre entre mordazas,
¿Dónde? La absurda necedad del silencio se pierde entre gritos;
Mentiras de jabón envueltas en palabras,
silencio, calla, muere y tu soledad será compartida,
Serán trozos de existencia masacrando la belleza y purificando la brutalidad;
El elicsir de la contradicción, del fracaso hecho metáfora,
del silencio desangrando sueños mientras apedrea el Olimpo;
El fénix de la locura se oculta en la mirada, en la perdición de una duda,
en las babas de Cristo y su orgia de pecados a peso,
o a centavos si esta en barata.
La sombra del espíritu no rebosa el bullicio de la muerte,
de caminar vendado entre los zombis de la sonrisa,
los hijos de la felicidad;
… y así se preguntan para qué continuar, tal vez,
Para entender el crepúsculo y no consumirse en el amanecer…

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